Conferencia 19 – fase B

LUCIFER, DIABLO Y SATÁN

Mucho se ha hablado sobre el Diablo, bastante se ha escrito sobre este tema, pero son pocos los que lo han explicado realmente. El origen de este mito hay que buscarlo en las criptas iniciáticas del pasado y en las cavernas arcaicas.

Luz y sombras, en antítesis armoniosa, marcan un completo dualismo cuya extraordinaria síntesis es la sabiduría. Cada uno de nosotros proyecta su sombra.

Sabemos que más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, está el Logos interior, divinal… Incuestionablemente, eso que es lo inefable, eso que es lo real, proyecta su propia reflexión, su sombra particular, dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Esta sombra cumple una misión específica en el fondo mismo de nuestra propia conciencia. Obviamente, tal “sombra”, tal reflexión logoica, es el entrenador psicológico, “Lucifer”, el “tentador”… En el gimnasio psicológico de la existencia humana se requiere siempre un entrenador, con el propósito de producir poderes, facultades, virtudes extraordinarias, etc.

¿En qué forma podrían brotar de nosotros las virtudes si no existe la tentación? Solo mediante la lucha, el contraste, la tentación y la rigurosa disciplina esotérica pueden brotar, en nosotros, las flores de la virtud. Ahora, me pregunto, ¿dónde está la maldad de Lucifer? Si no hay tentación, no hay virtudes; cuanto más fuertes sean las tentaciones, más grandes serán las virtudes. Lo importante es no caer en tentación. No es el Diablo ese personaje tenebroso creado por el dogmatismo de algunas sectas muertas.

Satanás, LSaint Michaelucifer, el Diablo, es la reflexión de nuestro propio Ser íntimo, en nosotros mismos y dentro de nuestra conciencia, aquí y ahora. Hubo épocas en el pasado en que se levantaron por doquier, en todos los lugares del planeta Tierra, templos al Sol y al Dragón. El símbolo del dragón fue tomado de aquellos reptiles voladores gigantescos que existieron en las épocas de la Atlántida y la Lemuria. Resulta interesante que tal símbolo se haya usado para alegorizar a toda sombra del Sol, a toda reflexión del Astro Rey, incluyendo al Lucifer íntimo particular de cada ser humano.

En Egipto, el “Sol del mediodía”, el “Sagrado Sol Absoluto”, estuvo siempre simbolizado por Osiris, mientras su sombra, su reflexión, su Lucifer, se halla alegorizado por Tiphón (Seth).

En los misterios griegos, el Sol Espiritual, el Demiurgo Creador, fue siempre representado por Apolo, en tanto que su sombra, su Lucifer, su Satán, su reflexión divinal, se alegoriza por Pityón.

En el Apocalipsis de San Juan, el Cristo Sol, resplandeciente, se halla siempre simbolizado por Miguel, la divinidad guerrera, mientras su sombra cósmica es personificada por el Dragón Rojo. No es, pues, el Diablo ese personaje que algunas sectas muertas han sentado en un trono de ignominia para atemorizar a los débiles.

En la Edad Media se alegorizaba al Logos con la personalidad de San Jorge, mientras su sombra se simbolizaba por el Dragón.

Con justa razón, Goethe pone en boca de su Dios aquella frase con que se dirigiera la Divinidad a Mefistófeles: “De todos los de tu especie, genios a mi Ley rebeldes, el menos dañino y perjudicial tú eres”.

“Vencer al Dragón”, “matar al Dragón”, es urgente cuando uno quiere ser “tragado por la serpiente”, cuando uno desea convertirse en “serpiente”. Esto significa salir triunfante en todas las tentaciones puestas por el Dragón, eliminar el ego, desintegrar todos los agregados psíquicos que lo componen, reducir a polvareda cósmica todos los recuerdos del deseo, etc.

Todo Hierofante, todo verdadero autorrealizado es un Dragón de sabiduría.

Existen dos tipos de tinieblas: oscuridad del silencio y del secreto augusto de los sabios, y oscuridad de la ignorancia y del error. La primera es la superoscuridad; la segunda es la infraoscuridad. Esto quiere decir que las tinieblas se bipolarizan, y que lo negativo es tan solo el desdoblamiento de lo positivo.

Prometeo-Lucifer, encadenado a la dura roca, sacrificándose por nosotros; sometido a todas las torturas, aunque sea el fiel de la balanza, el dador de luz y fuego, se desdobla inevitablemente en el aspecto fatal de la multiplicidad egoica, en esos agregados psíquicos siniestros que componen nuestro yo (los demonios rojos de Seth).

prometeo

Lucifer, el tentador, el gran entrenador del gimnasio psicológico de la existencia, trabaja tentándonos, y estas impresiones internas suelen polarizarse negativamente, o fatalmente, mediante la actividad egoica. Solo mediante la autorreflexión serena y la meditación interior profunda podemos hacer clara diferenciación entre las impresiones íntimas luciferinas directas y las impresiones egoístas bestiales. Venciendo al Dragón podemos cristalizar, dentro de nosotros mismos, a las tres fuerzas primarias del universo (Padre, Hijo y Espíritu Santo), alegorizadas por el tridente, convirtiéndonos en dioses solares. Lucifer es escalera para bajar y escalera para subir, y poder trabajar y disolver el ego en el laboratorio de la alquimia sexual.

Indiscutiblemente, solo mediante el fuego luciferino podemos reducir a cenizas las cristalizaciones negativas de nuestra psiquis, los agregados psíquicos, infelices desviaciones del poder luciférico.

Lucifer debe educarnos en el sexo. Allí debe someternos a un entrenamiento riguroso mediante las más severas tentaciones. Es claro que si allí, en el sexo, salimos victoriosos, la desintegración del ego se precipita inevitablemente.

¿Que el Dragón nos tienta durante el trabajo? Es su deber. Él debe volvernos fuertes; él debe educarnos en el gimnasio sexual; él debe convertirnos en atletas de la magia sexual.

Al fin, el escamoso, Lucifer, la sombra del Eterno, la reflexión íntima de nuestro verdadero Ser divino, volverá a él, se fusionará con él, resplandecerá en él…, porque en el fondo Él es Él.

 

Fin conferencia 19