EL CENTRO DE GRAVEDAD PERMANENTE
No existiendo una verdadera individualidad, resulta imposible que haya continuidad de propósitos. Si no existe el individuo psicológico, si en cada uno de nosotros viven muchas personas, si no hay sujeto responsable, sería absurdo exigirle a alguien continuidad de propósitos. Bien sabemos que dentro de una persona viven muchas personas, entonces el sentido pleno de la responsabilidad no existe realmente en nosotros. Lo que un yo determinado afirma en un instante dado no puede revestir ninguna seriedad debido al hecho concreto de que cualquier otro yo puede afirmar exactamente lo contrario en cualquier otro momento. Lo grave de todo esto es que muchas gentes creen poseer el sentido de responsabilidad moral y se autoengañan afirmando ser siempre las mismas. Personas hay que en cualquier instante de su existencia vienen a los estudios gnósticos, resplandecen con la fuerza del anhelo, se entusiasman con el trabajo esotérico y hasta juran consagrar la totalidad de su existencia a estas cuestiones. Incuestionablemente, todos los hermanos de nuestro movimiento llegan hasta a admirar a un entusiasta así. Uno no puede menos que sentir gran alegría al escuchar de personas de esta clase, tan devotas y definitivamente sinceras. Sin embargo, el idilio no dura mucho tiempo, cualquier día, debido a tal o cual motivo, justo o injusto, sencillo o complicado, la persona se retira de la gnosis, entonces abandona el trabajo y para enderezar el entuerto, o tratando de justificarse a sí misma, se afilia a cualquier otra organización mística y piensa que ahora va mejor. Todo este ir y venir, todo este cambiar incesante de escuelas, sectas, religiones, se debe a la multiplicidad de yoes que en nuestro interior luchan entre sí por su propia supremacía. Como quiera que cada yo posee su propio criterio, su propia mente, sus propias ideas, es apenas normal este cambio de pareceres, este mariposear constante de organización en organización, de ideal en ideal, etc. El sujeto en sí, no es más que una máquina que tan pronto le sirve de vehículo a un yo como a otro.
Algunos yoes místicos se autoengañan, después de abandonar tal o cual secta resuelven creerse dioses, brillan como luces fatuas y por último desaparecen. Personas hay que por un momento se asoman al trabajo esotérico y luego, en el instante en que otro yo interviene, abandonan definitivamente estos estudios y se dejan tragar por la vida. Obviamente, si uno no lucha contra la vida, esta se lo devora, y son raros los aspirantes que de verdad no se dejan tragar por la vida. Existiendo dentro de nosotros toda una multiplicidad de yoes, el centro de gravedad permanente no puede existir. Es apenas normal que no todos los sujetos se autorrealicen íntimamente. Bien sabemos que la autorrealización íntima del Ser exige continuidad de propósitos, y como quiera que es muy difícil encontrar a alguien que tenga un centro de gravedad permanente, entonces no es extraño que sea muy rara la persona que llegue a la autorrealización interior profunda. Lo normal es que alguien se entusiasme por el trabajo esotérico y que luego lo abandone; lo extraño es que alguien no abandone el trabajo y llegue a la meta.
Ciertamente, y en nombre de la verdad, afirmamos que el Sol está haciendo un experimento de laboratorio muy complicado y terriblemente difícil. Dentro del animal intelectual, equivocadamente llamado hombre, existen gérmenes que, convenientemente desarrollados, pueden convertirnos en hombres solares. Sin embargo, no está de más aclarar que no es seguro que esos gérmenes se desarrollen, lo normal es que se degeneren y pierdan lamentablemente. En todo caso, los citados gérmenes que han de convertirnos en hombres solares necesitan de un ambiente adecuado, pues bien sabido es que la semilla en un medio estéril no germina, se pierde. Para que la semilla real del hombre, depositada en nuestras glándulas sexuales, pueda germinar se necesita continuidad de propósitos y cuerpo físico normal.
Si los científicos continúan haciendo ensayos con las glándulas de secreción interna, cualquier posibilidad de desarrollo de los mencionados gérmenes podrá perderse. Aunque parezca increíble, las hormigas pasaron ya por un proceso similar, en un remoto pasado arcaico de nuestro planeta Tierra. Uno se llena de asombro al contemplar la perfección de un palacio de hormigas. No hay duda de que el orden establecido en cualquier hormiguero es formidable. Aquellos iniciados que han despertado conciencia saben, por experiencia mística directa, que las hormigas, en tiempos que ni remotamente sospechan los historiadores más grandes del mundo, fueron una raza humana que creó una poderosísima civilización socialista. Entonces, eliminaron los dictadores de aquella familia las diversas sectas religiosas y el libre albedrío, pues todo ello les restaba poder y ellos necesitaban ser totalitarios en el sentido más completo de la palabra. En estas condiciones, eliminada la iniciativa individual y el derecho religioso, el animal intelectual se precipitó por el camino de la involución y degeneración. A todo lo antes dicho se añadieron los experimentos científicos: trasplantes de órganos, glándulas, ensayos con hormonas, etc., cuyo resultado fue el empequeñecimiento gradual y la alteración morfológica de aquellos organismos humanos hasta convertirse por último en las hormigas que conocemos. Toda aquella civilización, todos esos movimientos relacionados con el orden social establecido se volvieron mecánicos y se heredaron de padres a hijos; hoy uno se llena de asombro al ver un hormiguero, mas no podemos menos que lamentar su falta de inteligencia.
Si no trabajamos sobre nosotros mismos, involucionamos y degeneramos espantosamente. El experimento que el Sol está haciendo en el laboratorio de la Naturaleza, ciertamente, además de ser difícil ha dado muy pocos resultados. Crear hombres solares solo es posible cuando existe verdadera cooperación en cada uno de nosotros. No es posible la creación del hombre solar si no establecemos antes un centro de gravedad permanente en nuestro interior. ¿Cómo podríamos tener continuidad de propósitos si no establecemos en nuestra psiquis el centro de gravedad? Cualquier raza creada por el Sol, ciertamente no tiene otro objetivo en la Naturaleza que el de servir a los intereses de esta creación y al experimento solar. Si el Sol fracasa en su experimento, pierde todo interés por una raza así, y esta de hecho queda condenada a la destrucción y a la involución. Cada una de las razas que han existido sobre la faz de la Tierra ha servido para el experimento solar. De cada raza ha logrado el Sol algunos triunfos, cosechando pequeños grupos de hombres solares. Cuando una raza ha dado sus frutos desaparece en forma progresiva o perece violentamente mediante grandes catástrofes. La creación de hombres solares es posible cuando uno lucha por independizarse de las fuerzas lunares.
No hay duda de que todos estos yoes que llevamos en nuestra psiquis son de tipo exclusivamente lunar. En modo alguno sería imposible liberarnos de la fuerza lunar si no estableciéramos previamente en nosotros un centro de gravedad permanente. ¿Cómo podríamos disolver la totalidad del yo pluralizado si no tenemos continuidad de propósitos? ¿De qué manera podríamos tener continuidad de propósitos sin haber establecido, previamente en nuestra psiquis, un centro de gravedad permanente? Como quiera que la raza actual, en vez de independizarse de la influencia lunar, ha perdido todo interés por la inteligencia solar, incuestionablemente se ha condenado a sí misma hacia la involución y degeneración.
No es posible que el hombre verdadero surja mediante la mecánica evolutiva. Bien sabemos que la evolución y su hermana gemela, la involución, son tan solo dos leyes que constituyen el eje mecánico de toda la Naturaleza. Se evoluciona hasta cierto punto perfectamente definido, y luego viene el proceso involutivo. A toda subida le sucede una bajada, y viceversa. Nosotros somos, exclusivamente, máquinas controladas por distintos yoes. Servimos a la economía de la Naturaleza, no tenemos una individualidad definida como suponen equivocadamente muchos pseudoesoteristas y pseudocultistas.
Necesitamos cambiar con urgencia máxima, a fin de que los gérmenes del hombre den sus frutos. Solo trabajando sobre nosotros mismos, con verdadera continuidad de propósitos y sentido completo de responsabilidad moral, podemos convertimos en hombres solares. Esto implica consagrar la totalidad de nuestra existencia al trabajo esotérico sobre nosotros mismos. Aquellos que tienen esperanza en llegar al estado solar mediante la mecánica de la evolución, se engañan a sí mismos, y se condenan de hecho a la degeneración involutiva. En el trabajo esotérico no podemos darnos el lujo de la versatilidad; esos que tienen ideas veletas, esos que hoy trabajan sobre su psiquis y mañana se dejan tragar por la vida, esos que buscan evasivas, justificaciones para abandonar el trabajo esotérico, degenerarán e involucionarán. Algunos aplazan el error, dejan todo para un mañana mientras mejoran su situación financiera, sin tener en cuenta que el experimento solar es algo muy distinto a su criterio personal y a sus consabidos proyectos. No es tan fácil convertirse en hombre solar cuando cargamos la Luna en nuestro interior. El ego es lunar.
La Tierra tiene dos lunas; la segunda de estas es llamada Lilith, y se haya un poco más distante que la luna blanca. Los astrónomos suelen ver a Lilith como una lenteja, pues es de muy poco tamaño. Esa es la Luna negra. Las fuerzas más siniestras del ego llegan a la Tierra desde Lilith, y producen resultados psicológicos infrahumanos y bestiales. Los crímenes de la prensa roja, asesinatos más monstruosos de la historia, los delitos más insospechados, etc., se deben a las ondas vibratorias de Lilith. La doble influencia lunar, representada en el ser humano mediante el ego que carga en su interior, hace de nosotros un verdadero fracaso. Si no vemos la urgencia de entregar la totalidad de nuestra existencia al trabajo sobre nosotros mismos, con el propósito de liberarnos de la doble fuerza lunar, terminaremos tragados por la Luna, involucionando, degenerando cada vez más y más dentro de ciertos estados que bien podríamos calificar de inconscientes e infraconscientes.
Lo grave de todo esto es que no poseemos la verdadera individualidad. Si tuviéramos un centro de gravedad permanente trabajaríamos de verdad seriamente hasta lograr el estado solar. Hay tantas disculpas en estas cuestiones, hay tantas evasivas, existen tantas atracciones fascinantes, que de hecho suele hacerse casi imposible comprender por tal motivo la urgencia del trabajo esotérico. Sin embargo, el pequeño margen que tenemos del libre albedrío y la enseñanza gnóstica orientada hacia el trabajo práctico, podrían servirnos de basamento para nuestros nobles propósitos relacionados con el experimento solar. La mente veleta no entiende lo que aquí estamos diciendo, lee este capítulo y posteriormente lo olvida; viene después otro libro y otro, y al final concluimos afiliándonos a cualquier institución que nos venda pasaporte para el Cielo, que nos hable en forma más optimista, que nos asegure comodidades en el más allá. Así son las gentes, meras marionetas controladas por hilos invisibles, muñecos mecánicos con ideas veletas y sin continuidad de propósitos.
Fin conferencia 34